Pero, se han preguntado alguna vez ¿por qué los abogados son vanidosos?, mi
hipótesis -y debo advertir que soy abogado- es que la vanidad de los abogados
obedece a nuestra cercanía con la perfección. Admito que se trata de una
hipótesis que suena arrogante y vanidosa, pero confío en que su curiosidad sea
superior que su aversión.
Según Ramiro Borja y Borja la perfección está asociada con tres valores
supremos que caracterizan un ser infinito: Dios. Estos valores son: la verdad,
el bien y la belleza, solo Dios es perfecto en la medida que reúne estos
valores en sí mismo.
Los seres humanos somos finitos, razón por la que no podemos compararnos
con Dios, pero sí podemos acercarnos a él asumiendo estos valores supremos, de
ahí que una persona que domine la verdad, el bien y la belleza se acerque a
Dios o, en otras palabras, a la perfección.
La verdad es posible asumirla a través del entendimiento, tiene relación
directa con la racionalidad, un ser racional puede entender y alcanzar la
verdad que está buscando, pero la verdad junto con el conocimiento que la
caracteriza es infinita y el ser humano finito, por lo tanto, los más cercano
que puede llegar el ser humano a la perfección, en lo que a este valor se
refiere, es a través del entendimiento de una verdad finita. El ordenamiento
jurídico es eso, una verdad finita, creada al amparo de la racionalidad humana
y susceptible de ser entendida por quienes tienen el perfil para hacerlo: los
abogados.
Por otra parte, está el bien, este valor se canaliza a través de la
voluntad, quien hace el bien imita a Dios o actúa en un marco de perfección,
pero ¿qué es el bien?, ¿cómo lo conocemos?, ¿cómo lo juzgamos?, no es posible
saberlo, porque sus posibilidades de acción son infinitas, alguien podría decir
que matar no es está bien, pero hacerlo en circunstancias apremiantes sí, el
bien entonces se justifica en la reacción y esa reacción no es sino una
manifestación de la voluntad, por lo tanto, conocer en qué circunstancias hacer
el bien es válido y en cuáles no, limita las posibilidades de acción del bien,
volviéndolo finito. El ordenamiento jurídico no es otra cosa que la
implementación de normas que fijan reglas de conducta humana que nos ofrecen
seguridad para juzgar cuáles actuaciones se ajustan y cuales se alejan del bien,
por lo mismo, los abogados, al conocer y entender estas reglas de conducta,
tienen la oportunidad de luchar por este valor y por lo mismo acercarse a esta
forma de perfección finita.
Finalmente, la belleza, manifestada a través de la sensibilidad que opera
como un principio ordenador de las formas de conducta, la compasión, la
caridad, la reciprocidad tienen su reflejo en el ordenamiento jurídico, existen
normas que promueven la igualdad, que prohíben la discriminación, que procuran
tratos especiales a personas en circunstancias físicas o socialmente adversas,
tales normas no son más que el resultado de la creación humana sobre la base de
su sensibilidad, por lo que los abogados, al defender estas normas, procuran
reafirmar la esencia misma del orden social basado en el reconocimiento del
otro desde la sensibilidad.
De ahí que los abogados al tener cercanía con el ordenamiento jurídico que
limita desde la racionalidad los valores de verdad, bien y belleza, tengan
cercanía con la perfección -limitada- y crean sentirse una especie de dioses,
que desencadena su vanidad.
Bibliografía:
Ramiro Borja y Borja, Derecho Constitucional Ecuatoriano Tomo I.